domingo, 13 de septiembre de 2009

Los juicios históricos: medios y fines




La pretensión de convertir la historia en un tribunal moral de las acciones pasadas es uno de los motivos principales que ha minado su prestigio y, en última instancia, su condición de ciencia.

Sin duda, los activistas y los ciudadanos deberían emitir juicios de valor respecto al pasado con el fin de conducir la conducta de sus contemporáneos, pero el historiador, qua historiador, se dedica únicamente al tratamiento y la comprensión de los hechos. No le interesa la corrección moral de los fines que persiguen los personajes históricos; tan solo está autorizado a juzgar los medios que utilizaron para alcanzarlos.

Esto no significa que los fines perseguidos carezcan de interés para el historiador; de hecho, nos proporcionan información valiosa sobre el contexto en el que transcurre la acción. El fin de exterminar a las “razas inferiores” durante el III Reich nos remonta, p. ej., a las ideas eugenésicas, el colonialismo o el militarismo, corrientes todas ellas que desfilaron durante las décadas anteriores al ascenso de Hitler.

Sin embargo, el juicio de valor que considera los fines como “adecuados” o “inadecuados” está más allá de la historia. En este sentido, “adecuado” o “inadecuado” son apelativos que utiliza el historiador no respecto a los fines arbitrarios que los individuos se proponen alcanzar –algo que toma como dado-, sino en relación a los medios que disponen para aproximarse a tales fines. Conquistar la Inglaterra protestante es algo que el historiador toma como dado en la cabeza de Felipe II en 1587, pero la elección improvisada del duque de Medina Sidonia como comandante en jefe, el trazo de los planes y de la fecha son medios que concebiblemente podían haber variado de forma consistente con el contexto histórico si el rey hubiese percibido el nexo causal entre su empleo y los resultados finales. El historiador, por lo tanto, puede tildar de “inadecuados” los medios de Felipe II para conquistar Inglaterra, pero no el fin en sí mismo de emprender semejante conquista.

En este punto se ha pretendido establecer un criterio objetivo de lo “adecuado” y lo “inadecuado”: cuando el fin perseguido causa un perjuicio superior a sus beneficios, decimos que es “inadecuado”, y viceversa –nótese, siempre a juicio del historiador. En el caso de Felipe II, se dice que los “costes sociales” provocados por la guerra superan a los beneficios que podría obtener ese rey fanático.
Pero debe advertirse que en este caso no hablamos de fines “inadecuados” en términos abstractos, sino más bien de una colisión de fines incompatibles muy concretos. El deseo de Felipe II de movilizar tropas, recaudar fondos y aumentar los impuestos para conquistar Inglaterra colisiona con los fines del pacífico agricultor o ganadero castellano, muy alejado de los delirios imperiales de su jefe. Sin embargo, esto solo significa que los fines de Felipe II son “inadecuados” para obtener los fines del campesino castellano. Nada más. No implica juicio de valor alguno.

Por otro lado, el historiador que toma partido por las ideas de Jacques Bonhomme, Bartolomé de las Casas o John Adams se asegura contra las acusaciones de juzgar la historia a la luz del presente, pero sin duda está emitiendo juicios de valor -aunque estos sean prestados de personajes contemporáneos al hecho histórico analizado. No es necesario descontextualizar para emitir juicios de valor; basta elegirlos de entre el amplio abanico que proporcione el periodo histórico.
La historia es un estudio de causas y, como tal, de medios y fines. El historiador trata de ordenar, relacionar y subordinar las causas, pero jamás de valorarlas, tarea que no le aporta ningún conocimiento sobre la materia de que trate. Lo apropiado en la historia, como dijera Edward H. Carr, es lo que funciona.

3 comentarios:

  1. Por lo que tú dices muchas veces (especialmente desde que tengo una conciencia política "anarquista" y de "izquierdas") he recibido muchas críticas ya que la gente suele juzgar a los personajes históricos en base las batallas que han ganado, los imperios que han conquistado, el fortalecimiento de sus entidades estatales, algo que yo por mi parte juzgaba nefasto poniendome del lado de las clases bajas, tras lo cual me acusaban de "moralizar y juzgar la historia desde una perspectiva errónea"... ¿Es que ellos no juzgan desde una perspectiva parcial y partidista cuando alaban a Alejandro Magno, Hernán Cortés o a los Reyes Católicos?

    Como dijo un buen amigo mío, la historia la tiene que juzgar los que la vivieron.

    Saludos

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  2. ...nada es más difícil y raro que ser historiador, pues esta palabra debería implicar la estricta aplicación de un modo de análisis, teóricamente elaborado, a la más compleja de las materias de la ciencia: las relaciones sociales entre los hombres y las modalidades de sus cambios, modo teórico de análisis que, al no estar disponible aun, le hacen dudar de que las exigencias de tal definición hayan sido cubiertas alguna vez. (P. Vilar, Historia marxista, historia en construcción, Barcelona, 1974).

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  3. Raskolhnikov, en general comparto tu problema, pero creo que tiene fácil solución cuando se perciben los fines de los distintos individuos. Hernán Cortés, los Reyes Católicos o Alejandro Magno fueron dignos de alabanza solo si se asumen los valores y fines que perseguían. No se trata de épocas sino de individuos, puesto que muchos de sus contemporáneos ya desaprobaron sus acciones -o, aunque no fuesen conscientes, fueron perjudicados por las mismas.

    Uno puede reconocer el mérito de la política diplomática europea(de matrimonios, etc.) de los Reyes Católicos, o las conquistas de A. Magno y H. Cortés, del mismo modo que lo hace con un deportista exitoso. Eso no implica hacer juicios de valor ni ponerse del lado de los poderosos.


    Snake, gracias por la cita. En mi opinión, ese "modo teórico de análisis" puede tomarse en gran medida de la praxeología de Mises, la teoría de la organización de Coase y el evolucionismo cultural miltilineal de los antropólogos norteamericanos -que, sin saberlo, toman mucho de los anteriores.

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